domingo, 4 de octubre de 2020

Relatos de Candongo

Nuestras tiendas en la nada

Relatos de Candongo Durante el reciente viaje a Candongo todo el grupo pudo sentir energías distintas en diferentes momentos. El lugar es mágico y posee un misterio tras el viento, los cañones, las montañas, etc. Allá conocimos a Don Teo, hombre de campo y tierras altas donde compartimos con el durante la noche en su casa de maderos y anchos ventanales. De una simpática forma de tratar al visitante que alegra la vida a cualquiera con sus ocurrencias. En un momento de la noche nos contaba relatos que han ocurrido en los alrededores y sentado en una silla de tres palos narraba con euforia relatos fantásticos.

Don Teo y Saúl Méndez

El hombre perdido. 

Una fantástica historia contada por Don Teo era la de un hombre de montes que se había perdido en los confines de las lomas y no supo como retornar por el camino de donde salió. Durante un tiempo caminando, pudo encontrar un arroyo en el cual al final había una mata de plátanos con un solo fruto. Este señor pudo sancocharlo y al comerlo por la mitad, sintió una llenura terrible acompañado de un sueño rotundo y se recostó a dormitar. Al despertar, no se encontraba ya en el arroyo, si no que por algún modo inexplicable había aparecido en su propia casa al abrir los ojos. 

Palma de Oro. 

Una historia fascinante que Don Teo nos cuenta, era que en los tiempos de su Bisabuelo (1920s) fecha supuesta por nosotros. Un norteamericano, posiblemente durante la intervención Norteamericana, iba sobrevolando las altas lomas de Candongo bien cerca del Pichón, y entre las neblinas pudo observar una luz que brillaba en la selva junto a la vegetación. Relatos antiguos narran de cómo “Palmas de Oro” eran frecuentes en lugares místicos montañosos que habían sido hechas por los Taínos. Este Norteamericano hizo una expedición para buscar dicha palma de oro. Durante su búsqueda perdió la vida y el mismo Bisabuelo de Don Teo con un compañero fueron a su búsqueda y para poder traer el cadáver tuvieron que picar sus extremidades y entrarlo en sacos para poder salir de ese abrupto lugar. La Palma de Oro nunca se encontró.

Don Teo cocinando batatas y Yautías


Don Teo y su cocina

Valle Encantado 

Sabiendo lo cerca que estábamos del Valle Encantado le preguntamos sobre aquel lugar y si había ido, pero no se había adentrado tan lejos en los montes. Luego de un servidor retornar a Santiago y ver las rutas marcadas por los GPS y ver los mapas militares del lugar, una sorpresa bien grande me embargó al descubrir que la Loma el Pichón estaba justo detrás de nosotros y que también justamente había retratado sin saberlo. Fue su belleza y misterio que me llamó su atención. 

La Loma El Pichón es una montaña muy abrupta y totalmente tupida de selva casi impenetrable, tanto así que nadie la ha conquistado. Derrumbes gigantescos y barrancas asombrosas se revelan en las fotos satelitales como pudimos descubrir a través de Google Earth. Esta loma no posee un pico definido sino un promontorio redondo y tupido por árboles. Imagínense las vicisitudes que deben haber ahí.

Un servidor con Mary Luz Gómez

Oscar Blanco Fombona. 

Historiadores tradicionales afirman que Oscar se perdió tratando de encontrar el famoso “Valle encantado” de aquella comarca. Constancio Cassá Bernaldo de Quirós en su libro “Valle Nuevo, el parque Juan B. Pérez Rancier y su altiplano” menciona y narra las penurias que pasó Oscar Blanco Fombona. 

Bajo la dirección de Blanco Fombona la expedición partió de Bonao a Boca de Tireo el 16 de noviembre de 1925, a las diez de la mañana. Le acompañaban Secundino A. del Villar (Cundo), síndico de Bonao; Ramón A. Inoa, ex presidente del ayuntamiento; José Antonio García, ex presidente de la Junta Comunal Electoral; Luis E. Calzada, tesorero municipal; Amable Vargas, Andrés Pellice, Rafael Hernández, Rafael Carbonell, Pedro Beltré y los dos ya citados. 

Llevaban provisiones para cuatro días, “tiempo en que proyectaban llegar a Constanza”. Desde el principio Oscar sufrió una indigestión intestinal, posiblemente por un enlatado descompuesto pero siguió avanzando con el grupo. El malestar le privó de alimentos. Al cuarto día estaban perdidos. En “El Helecho”, Blanco Fombona anotó que era el día 21 y que parte del grupo insistió en regresar a Bonao. “Les dije que no les reprochaba pero que yo estaba dispuesto a seguir a Constanza aunque fuera con dos personas”. Y apuntó otras peripecias descendiendo, subiendo, volviendo sobre sus pasos, venciendo obstáculos, durmiendo mal por lo empinado del terreno, “extenuados, con frío, los pies deshechos y rendidos de hambre”. 

Antes que él murió Inico (Nico) Espino, quien rodó hasta el fondo de un precipicio. Otro excursionista, Juan Crisóstomo Gutiérrez (Soto) logró llegar hasta él, “pero estaba sin vida”. Parte del grupo en retirada se dirigió a Bonao en busca de ayuda mientras los que quedaron en el lugar desconocido que ellos llamaron “Vencidos por el hambre” comieron “palmito de manacla” y el último arroz que les quedaba. Era el 27 de noviembre. En lo que llegaba la ayuda la única compañía de Oscar, Soto, mojaba sus labios y lo mantenía bien arropado con su frazada y capote pues no tenía fósforos para hacer fuego. 

Su agonía fue lenta, dolorosa. Le invadía el frío de la montaña, sentía fuerte tos, fiebre constante, no podía mover la cabeza, lo venció el hambre y una disentería que le produjo continuas evacuaciones de sangre. Estuvo al borde de un abismo, suspendido con sogas y estacas. En el albor de la muerte solo hablaba de su esposa e hijas. A las dos de la madrugada del domingo 29 de noviembre murió Blanco Fombona sin que llegara el esperado auxilio. Desesperado, Soto decidió ir a Bonao y en el trayecto encontró a los compañeros, quienes encabezaban la búsqueda oficial. Añade que “el cadáver de Blanco Fombona estaba roído por las ratas que le habían comido el ojo izquierdo, tenía los pantalones rotos hasta las rodillas y las piernas desgarradas por la espinosa maleza. El de Nico Espino fue enterrado en el fondo del abismo donde cayó pues era imposible trasladar dos cadáveres por tan agrestes terrenos”. 

La tragedia de la Loma del Pichón conmovió a la sociedad pues hasta entonces no se conocía un hecho similar, según Constancio.

1 comentario:

  1. Tan interesantes y la vez tristes historias cuentas aquí. Candongo es un lugar mágico, no veo la hora de volver y empaparme de tanta plenitud. Gracias Miguel por escribir sobre este enigmático lugar. Abrazos.

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