miércoles, 18 de junio de 2025

El Rincón Villa González

El Rincón

Una mañana fresca y tranquila partí en bicicleta hacia un rincón escondido y poco documentado de Santiago: El Rincón, en el municipio de Villa González. Esta comunidad, a menudo pasada por alto, es una joya rural que guarda una fuerte conexión con la historia agrícola de la región. 

Canal de Riego

Canal

El camino me llevó por Palmar Abajo y Palmar Arriba, dos comunidades donde el tiempo parece detenerse entre plantaciones y caminos de tierra. Las casas, algunas tradicionales, otras más nuevas, reflejan el contraste entre lo que fue y lo que sigue siendo este espacio rural dominicano. 

Villa González

A medida que avanzaba, sentía la presencia constante de un gigante: el Diego de Ocampo. Su silueta se dibuja majestuosa al fondo, marcando la geografía y el alma del lugar. Desde sus faldas, el clima cambia, los vientos soplan distintos, y la vegetación se vuelve más densa. Esa montaña, visible desde muchos puntos del viaje, parecía observarme silenciosamente, recordándome cuán pequeños somos frente a la naturaleza.

Tabaco florecido

Tabaco

Fincas en Palmar Arriba

En las plantaciones de tabaco, el verdor y el orden de los surcos muestran una tradición que no solo resiste el paso del tiempo, sino que también se adapta gracias a la presencia constante del agua. Los agricultores del área conocen estos ritmos subterráneos, y es gracias a ese conocimiento —muchas veces ancestral— que han sabido aprovechar lo que no se ve: el agua que fluye bajo sus pies.

Uno de los elementos que más me impactó fue el sistema de canales de riego, cuidadosamente trazados, que distribuyen el agua con precisión entre los cultivos. Estos canales no solo aprovechan las corrientes superficiales, sino que también se alimentan de una vasta red de aguas subterráneas, que emergen silenciosamente desde los niveles freáticos de la zona. Estas corrientes invisibles son vitales para mantener vivas las plantaciones, especialmente en tiempos de menor lluvia. La tierra en El Rincón parece respirar desde abajo, empujando vida hacia la superficie para nutrir las extensas siembras de tabaco, así como otros cultivos menores que sostienen a la comunidad.

Falda del Diego de Ocampo

Tabaco

Camino en el tabaco

A medida que avanzaba, sentía la presencia constante de un gigante: el Diego de Ocampo. Su silueta se dibuja majestuosa al fondo, marcando la geografía y el alma del lugar. Desde sus faldas, el clima cambia, los vientos soplan distintos, y la vegetación se vuelve más densa. Esa montaña, visible desde muchos puntos del viaje, parecía observarme silenciosamente, recordándome cuán pequeños somos frente a la naturaleza. 

También noté algunas casas abandonadas, atrapadas por el tiempo y el olvido, con muros desgastados y portones entreabiertos. Estas viviendas antiguas parecen guardar secretos de familias que una vez vivieron de la tierra y ahora han migrado a nuevas realidades. Aun así, se resisten a desaparecer, como testigos silenciosos de un pasado agrícola glorioso. 

Durante el recorrido, tomé fotografías, observé las aves, escuché los sonidos del campo y grabé cada rincón con la intención de documentar lo que muchos ya han dejado de mirar. No era solo un paseo; era una manera de devolverle atención y valor a un lugar que forma parte de la identidad de Santiago y del país.

Plantación al final

La Septentrional

Mirando al Diego

El Rincón desde el aire

Durante el recorrido, tomé fotografías, observé las aves, escuché los sonidos del campo y grabé cada rincón con la intención de documentar lo que muchos ya han dejado de mirar. No era solo un paseo; era una manera de devolverle atención y valor a un lugar que forma parte de la identidad de Santiago y del país.

VIDEO DEL VIAJE: ( CLICK AQUI )

Ropa tendida


No hay comentarios:

Publicar un comentario