Canal Víctor
Un viaje en bicicleta al corazón rural de Santiago
Hay rutas que no solo se recorren: se viven. Mi trayecto en bicicleta hacia La Canela, Batey Uno y Los Almácigos es uno de esos caminos donde la ciudad se queda atrás y empieza un mundo que respira al ritmo del campo. Cada pedaleo abre una ventana distinta: un colmado solitario que marca el borde urbano, una brisa distinta que anuncia los arrozales, el olor húmedo de la tierra que se prepara para sembrar. Es un trayecto corto en distancia, pero profundo en sensaciones.
Al avanzar hacia La Canela, la carretera se vuelve más estrecha y el paisaje más ancho. La gente saluda desde los portones, los niños juegan descalzos, y las motocicletas cargadas con sacos de arroz o racimos de plátanos cruzan como flechas. Es un recordatorio vivo de que aquí, cada día depende del sol, del agua y del trabajo de las manos.
El canal en la comunidad
El Canal Víctor: una arteria discreta pero vital
Entre estos caminos surge un compañero silencioso: el Canal Víctor, un canal más modesto que el famoso Bogaert, pero igual de importante para quienes trabajan estas tierras. Nace cerca de una ramificación del río Yaque del Norte, y desde ahí serpentea hacia el interior de La Canela como un brazo del río que decidió acompañar a los agricultores.
El Víctor no busca protagonismo. No aparece en mapas oficiales, no tiene placas, ni historia escrita. Pero existe en la memoria local: en los surcos húmedos de la tierra, en las compuertas improvisadas, en el murmullo del agua donde se refrescan pájaros y resbalan hojas de bambú. Su flujo es estable, constante, como si conociera la importancia de su misión. Lleva el agua justo hacia donde hace falta: a las fincas, a los arrozales, a los rincones donde la tierra espera la semilla.
Los Bambúes
El corredor de bambúes y los caminos de finca
Una de las zonas más mágicas del recorrido es el tramo donde el canal se adentra en un túnel verde de bambúes. El aire se vuelve fresco incluso a plena tarde, y la luz cae filtrada entre las varas altas que chocan suavemente unas con otras cuando sopla el viento.
Este corredor natural no es solo un placer visual: es un refugio ecológico.
Aquí viven: aves pequeñas que anidan en los bambúes, ranas que cantan al borde del agua, insectos nocturnos que dan vida al paisaje sonoro, plantas silvestres que crecen donde la humedad se acumula.
Yautía silvestre
Camino en los Bambúes
Los caminos de finca que acompañan el canal muestran la interacción profunda entre naturaleza y trabajo humano. Son rutas de motores, mulos, bicicletas, vecinos que cruzan para ver sus siembras o llevar alimento a los animales. Son las venas secundarias de un territorio vivo.
Arrozales y llanuras: agua que se convierte en trabajo
Cuando el Canal Víctor se acerca a su destino final, la tierra se abre en extensiones amplias: los arrozales. Aquí la utilidad del canal se vuelve evidente. El agua que comenzó como una pequeña desviación del Yaque termina regando hectáreas que dependen de ella para existir.
Areas de rebozada
El agua del Víctor, canalizada por acequias, drenajes y pequeños diques, alimenta cada cuadro del campo. Lo que empieza como un brillo marrón en el canal termina convertido en verde vibrante, y luego en espigas doradas listas para cosechar. Es una cadena silenciosa, perfecta en su función: río → canal → finca → arroz → vida.
Pequeños canales
Animales libres
El Diego de Ocampo de fondo
Vasta llanura
Un canal pequeño con un significado grande
El Canal Víctor no es una obra monumental ni un punto turístico. Pero representa algo valioso: cómo la naturaleza, el trabajo humano y la historia no escrita se entrelazan para sostener una comunidad completa.
Arrozales rebozados
Arrozales
En bicicleta, recorrer su trayecto es recorrer un sistema vivo, donde cada metro tiene un propósito. Los bambúes, los arrozales, los caminos de tierra, la gente que pasa, el sonido del agua… todo forma un paisaje que pocos conocen, pero que alimenta a muchos. Es un recordatorio de que Santiago no es solo ciudad; es también campo, río, canal y vida rural. Y dentro de esa geografía íntima, el Canal Víctor fluye como un testigo humilde, necesario y eterno.
Mucha agua
Tierra baldía






















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